Una breve crónica sobre la vida de dos hombres que marcaron la historia popular de la música colombiana y su paso por algunos de los barrios más emblemáticos de Cali. Tito y Julio Cortés, papábuelo e hijonieto, ligados por el ritmo de las congas, la guitarra y el piano, unidos por un abandono. Esta es la crónica de dos grandes músicos nacionales.
Por: Óscar Hembert Moreno
Licenciado en historia
Todos los días a las 4 pm el olor a pandebono recién hecho invadía los pasillos y las habitaciones de la casa, el agua hervida caía por entre el colador del café, Julio sentado en la escalera con la olla de la abuela marcaba el ritmo con tan solo 5 años. Los primeros acordes animaban a los ilustres invitados, músicos, políticos y habitantes del sector compartían su admiración hacia el niño y hacia el padre, el café se servía y los pandebonos no daban abasto, el maestro pasaba el ungüento por la garganta, repitiendo, Jacinto, Jacinto, y comenzaba la bullaranga en la Cra. 13 #73-64 del Barrio Andrés Sanín. Julio Cortés, hijonieto del maestro Luis Alberto Cortés Boria o Bonnet, más conocido en el mundo musical como Tito Cortés, creció oyendo y tocando desde temprana edad las canciones de su papábuelo, autor de grandes éxitos como “Amor prohibido”, “Parece mentira”, Dos claveles”, y cientos de canciones que lo catapultaron como el referente musical que conocemos hasta hoy.
Se dice que nació en Ecuador, pero Tumaco le pertenece, así como Buenaventura, Cali y cada uno de los barrios por los que pasó. “El Ciclón del Pacífico” habitó en pueblos, barrios, cantinas, y pequeños radios en otras naciones. No competía con el tango, ni con el rock, Tito Cortés tenía ganado un lugar en el bolero, en la ranchera, en la salsa y hasta en el currulao. Cientos de LPs confirman que sigue siendo el merecedor de aquel disco de oro en ventas que le dieron en México, por allá en una época donde afinar la voz venía con la garganta y no con un programa de computador.
Tito Cortés era un hombre -según describen familiares y amigos- simpático, bacaniado, amigo de la noche y enamoradizo, pero más que nada, humilde, no importaba su fama, seguía siendo aquel tipo sencillo que caminaba los barrios con naturalidad, que recibía a Celia Cruz, Virgilio Barco y hasta los habitantes de calle, para él todos eran iguales. Un día de julio de 1998 se fue Tito, los barrios populares de Cali lo despidieron, como se despide a los grandes, con música, abrazos y tomándose las calles y sus plazas. Se fue a cantar al cielo.
Julio Abadía Cortés, el hijonieto, era un niño que había pasado de tocar las ollas de la casa a los timbales, de las congas al piano. Era un apasionado por el futbol, pero tuvo que elegir entre la carrera musical o ser jugador profesional. Con tan solo 8 años entendía cómo dar los golpes para Currulao, Patacoré, Berejú, Aguabajo, Makerule y Pangora, lo que le llevó a tocar con su papábuelo en la Sonero Clásico Calima. Desde los 12 años transitó por grupos como Los del Caney, Son del Trébol, y con el maestro Alfredo Linares, llevándolo a grabar su primer disco en Medellín con el sello Victoria, al ritmo de güiro y cununo.
Julio Cortés intentó pasar por la academia, ya fuera en el Conservatorio o en el Instituto Popular de Cultura, que en aquel entonces quedaba en el barrio San Fernando, asistía a clases un mes y al siguiente viajaba con las agrupaciones a diferentes ciudades del país. Como él mismo dice, estaba manoseado por la música popular y terminó haciendo música tal y como su papábuelo, de manera autodidacta, empírico y pasional, y en más de 30 años de carrera no hay quien discuta lo contrario.
“¿Por qué lloras?” fue su primera composición musical dentro del género de la salsa romántica, grabado en el sello Victoria en la capital antioqueña, aunque señala que en Cali todos grababan con los dos únicos estudios de la ciudad, con José Luis Nieto o Nieto Producciones y en el estudio del profesor Numar ubicado en el barrio San Fernando. Él con algunos amigos intentaron grabar con su agrupación llamada Juventud Latina, pero era muy difícil y costoso. Con Juventud Latina llegó a tocar en algunos clubes y en diferentes eventos ya fuera en la Base Aérea o en el Parque de la Caña. No pasó mucho tiempo cuando Julio Cortés entró en una de las agrupaciones más conocidas en el mundo, El Grupo Niche, en la cual estuvo 12 años como pianista al lado del maestro Jairo Varela.
La familia Cortés tuvo perdidas prematuras que marcaron su vida musical, con ellas construyeron parte de la musa, parte de esas historias narradas en pequeñas estrofas. Cuando Julio tenía un mes de nacido murió su padre Julio César Abadía, el hijo de Tito Cortés, no pasó mucho tiempo cuando su madre Melida Cortés tomó sus maletas rumbo a un país vecino. Tito educó a Julio como su papábuelo.
Julio me contaba historias de su familia, de los viajes que hizo con su papábuelo a nivel nacional, cuando conoció aquellas personalidades que marcaron la historia de nuestro país, todo le sumaba una sonrisa en su rostro, pero la historia tiene ciclos, ires y venires, y Melida Cortes, volvió a Colombia, 30 años aguardando saber de ella, de entender los por qué, Julio solo tenía preguntas, ella tenía historias, ahora Julio abraza a su madre, Julio escribe, compone y toca la música desde la memoria. Hoy Julio Cortés tiene su corte, Tito Cortés tiene los barrios y los pueblos, pero ambos tienen, la música en el alma.
FUENTE: LAPALABRA.UNIVALLE.EDU.CO