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Don Enrique «Quique» Lucca…
Maestro de Maestros.
La historia de la Salsa está marcada por gigantes, por genuinas leyendas musicales que -sin importar época o generaciones- son reverenciadas en remotos confines del planeta.
Todos, sin embargo, a la hora de la verdad le piden “la bendición” al maestro de maestros de La Cantera de Yauco, don Quique Lucca Caraballo: el precursor de la realeza salsera y fundador de una dinastía viviente llamada La Sonora Ponceña.
Esta leyenda musical, sin embargo, no necesariamente tuvo el inicio que se esperaría del hombre que con su son ha dominado los escenarios más prestigiosos del planeta.
No fue hasta 1944 -a la edad de 32 años- que don Quique ayudó a formar en Ponce su primera agrupación, en la que tocó guitarra y cantó segunda voz.
Configurada originalmente por dos trompetas, ritmo y voces, y constituida en su totalidad por músicos ponceños, la orquesta fue bautizada como “El Conjunto Internacional”.
Antes de incursionar de lleno a la Salsa, la música era solo uno de varios oficios que ejercía para ganarse la vida. En 1946 cuando nació su hijo Enrique “Papo” Lucca Quiñones, trabajaba como mecánico y chofer de carro público, mientras tocaba con “la Internacional”.
También trabajó por años en el muelle de Ponce.
“Tuve cuatro trabajos y los fui dejando en la medida que fue progresando la música”, recordó don Quique durante una entrevista con La Perla del Sur realizada en diciembre de 2012, con motivo de su centenario de vida.
Cansado de las fiestas de salón y los contratos domingueros, don Quique dio por terminado el Conjunto en 1953, pero regresaría al año siguiente para formar un nuevo grupo, cuyo sonido sería más potente.
El mismo se nutriría de un repertorio de temas populares compuestos por Arsenio Rodríguez, la Sonora Matancera y el Conjunto Casino.
“La primera interpretación que hicimos fue en La Playa de Guayanilla y la segunda fue en El Pastillo en Juana Díaz”, recordó el padre de tres hijos con Angélica Quiñones, su compañera por 70 años.
El propio intérprete reveló además que uno de los nombres iniciales de la agrupación fue “La Sonora del Mambo”. Sin embargo, no tardó mucho en integrarse la identidad ponceña al nombre.
“Le pusimos La Sonora Ponceña porque no se le podía poner otro nombre, porque si no me botan de aquí”, dijo casi a carcajadas el ponceño por adopción desde sus 16 años de edad.
El niño prodigio en el teclado
Antes de formarse La Sonora Ponceña, el eventual forjador de su destino ya se veía venir.
A la edad de cinco años, el joven Papo Lucca también demostraba su descomunal talento en el teclado.
Un día, Papo entró a uno de los ensayos de su padre, se sentó detrás de unos timbales mucho más grandes que él y comenzó a tocar “Ran kan kan”, un mambo popularizado por Tito Puente.
Tan precisa fue su interpretación, que miembros de la Orquesta -lejos de interrumpirlo- decidieron acompañarlo. Días más tarde, fue matriculado en la Escuela Libre de Música Juan Morel Campos de Ponce por intercesión misma del legendario Julio Alvarado.
Mas su debut profesional ocurrió en 1957 -a la edad de 11 años- en el programa de televisión de la ponceña Ruth Fernández, tocando el piano y acompañado por la orquesta de su padre.
En aquella histórica presentación, Papo ni siquiera alcanzaba los pedales del inmenso piano negro que le facilitaron. Si tocaba de pie, su estatura no sería suficiente para ver las teclas.
Improvisando, don Quique le amarró unas extensiones a sus pies para manejar los pedales.
Ese año comenzó a participar en presentaciones de la orquesta y al año siguiente se integraría oficialmente al estudio de grabación, siendo aún un niño de 12 años. Papo se convertiría en la imagen emblemática de La Sonora de su padre.
A pesar de los incontables logros en su carrera, es el talento y desempeño de su hijo Papo lo que don Quique considera su más grande orgullo en la música.
“Como músico, Papo es lo mejor que hay. Habrá otros muy buenos, pero mejor que Papo ninguno”, insistió.
Décadas de dominio
Juntos, Papo y don Quique dominarían el genero de la Salsa. En 1960, La Sonora Ponceña viajó por primera vez a Nueva York.
En 1968, comenzó su historia en discos de 33 R.P.M., con Hacheros Pa’ Un Palo, que incluye el sonado Fuego en el 23.
Durante la década del 70, la agrupación expandió el alcance de su música. Hizo giras por el Caribe, grabó La Ceiba con Celia Cruz y continuó su desfile de éxitos.
Para mediados de la década del 80, don Quique ya era una de las figuras más respetadas en la Salsa y su Sonora Ponceña la agrupación más importante del género en Puerto Rico.
Durante los 90 viajarían a países como Francia, España y Colombia, entre otros, como embajadores de la Salsa y su isla.
El 40 aniversario se celebró por todo lo alto en el Estadio Juan Ramón Loubriel de Bayamón y en el Madison Square Garden de Nueva York.
Los 45 los celebraron en el Anfiteatro Tito Puente, el Centro de Bellas Artes de San Juan, el Teatro La Perla en Ponce y el Polideportivo de Caracas en Venezuela.
En el 2004 y para su cincuentenario, recibió el elogio y reconocimiento de miles, incluyendo la Legislatura de Puerto Rico, y hasta le fue dedicado el Día Nacional de la Salsa en Carolina, evento que contó con asistencia récord.
En Ponce, se bautizó una calle con el nombre de Enrique Lucca Caraballo.
Ese mismo año, en votación unánime, la Junta de Directores del “Día Nacional de la Parada Puertorriqueña en Nueva York”, designó a La Sonora Ponceña como la orquesta invitada de honor en su noveno Desfile Anual. La agrupación también fue invitada a participar en la inauguración del Coliseo de Puerto Rico, José Miguel Agrelot.
Hoy, la Sonora Ponceña permea como una institución musical que inspira respeto y admiración, dentro y fuera del género de la Salsa.
“El grupo siempre ha tenido muy buena aceptación del público en el mundo entero y eso me da mucho orgullo”, declaró “El Maestro”.
“Siempre me gustó la música, pero nunca pensé que podría llegar tan lejos”, continuó mientras observaba la colección de reconocimientos que recorren las paredes de su hogar en la barriada Baldorioty de Ponce y evocan a más de medio siglo de trayectoria musical.
“Son recuerdos que para mí tienen un valor bien grande. Cada uno tiene una historia”, confesó.
Huella imborrable
Con una trayectoria musical que se acerca a los 70 años, el legado de Quique Lucca trasciende sus acertadas ejecutorias como músico y director. Se ha convertido en la conciencia y memoria de un género que recoge la identidad nacional, su cultura y quehacer.
“Es una figura importantísima en la música popular”, aseguró a La Perla del Sur en el 2012 el abogado, autor e historiador musical Pedro Malavet Vega. “Han sido muchos años en la música y continúa, pero lo especial es que aún mantiene ese entusiasmo”.
“Quique se ha mantenido fuera de los centros tradicionales de la música salsera. Él no está en San Juan, siempre se ha mantenido en la zona sur y desde aquí se ha extendido a mostrar su arte por toda la isla y el mundo”, continuó.
Su importante rol en la formación y desarrollo del virtuoso Papo Lucca, tampoco debe ser subestimado.
“Desde jovencito, Quique ya tenía a Papo practicando. Le dio el trasfondo, el ambiente necesario para que Papo se convierta en lo que es hoy”, explicó Malavet Vega.
Su impacto además puede medirse en la calidad de los músicos que a través de generaciones han aflorado en La Sonora Ponceña, muchos de lo cuales encabezarían luego otras agrupaciones trascendentales del género.
Cantantes como Luis Guillermo “Luigui” Texidor, después de diez años y diez discos con La Sonora, continuaría con la Orquesta de Bobby Valentín. Joe Rodríguez y Mickey Ortiz crearían “La Terrífica” con Tito Valentín, Humberto Godineaux, Efraín Hernández y Francisco Alvarado.
Otros como Miguel Ortiz, Yolanda Rivera, Alberto “Toñito” Ledée y Héctor “Pichie” Pérez Casiano, los bajistas Efraín “Frao” Hernández y Antonio “Tato” Santaella y los trompetistas Heriberto “Ayatollah” Santiago y Ramón “Tony El Cordovés” Rodríguez también se suman a la prestigiosa lista de intérpretes y músicos que han encontrado un hogar musical en La Sonora de don Quique.
“Quique no es solamente un destacado director de orquesta y un excelente organizador de grupo orquestal. Ha tenido un gran compromiso con la música puertorriqueña y caribeña”, expuso Malavet Vega.
“Su disciplina es admirable y ha logrado mantener a La Sonora Ponceña activa por más de 50 años. Eso, por sí solo, es un regalo increíble que le ha dado a este país”, sentenció.
¡Que viva la música!
¡Que viva la salsa!