La Emisora donde se siente, se aprende y se vive la Salsa. ¡Llegó y Pegó!




Cargando …


Uno de los más enigmáticos personajes de la música popular latinoamericana, Daniel Santos, «El Inquieto Anacobero», nació en Santurce bajo el signo de Acuario, el 5 de febrero de 1916. Hijo de Don Rosendo de los Santos, carpintero, y María Betancur, costurera, el niño Daniel pasó su infancia en un barrio de Santurce ubicado tras los antiguos talleres del ferrocarril, conocido precisamente como Trastalleres. Allí vivió sus primeros años en unión de sus tres hermanas Sara, Rosalilia y Lucy. A los cinco años aprendió el abecedario con la maestra del barrio conocida como Doña Ana, y a los siete inició su educación formal en la escuela pública de Las Palmitas, en la Calle Aguacate.

Al concluir su tercer grado fue promovido a cuarto en la Escuela Rafael Cordero, en la Parada 15 de Santurce, pero no pudo matricularse porque la situación económica en su hogar era desesperante. A esa edad debió trabajar y su padre le hizo una caja de brillar zapatos, para ayudar con la carga de la familia. Pronto la familia se marchó a la ciudad de los rascacielos, donde Daniel tuvo que volver a primer grado ya que no sabía hablar inglés. Trabajó fuerte en el inglés y logró completar su segundo año de escuela superior, donde ya cantaba en el coro.

A los 14 años abandonó el hogar debido a lo poco que ganaba su padre, se mudó a un cuartito por tres dólares semanales e inició su vida de Inquieto Anacobero. Un día, mientras se bañaba, comenzó a cantar las únicas dos canciones que sabía de memoria: una guaracha de Rafael Hernández y «Te quiero dijiste», de María Grever. Estaba en lo más profundo de su inspiración cuando sintió que le tocaban a la puerta. Era uno de los integrantes del Trío Lírico, un conjunto musical que se dedicaba a amenizar bailes, bautizos y otras actividades.

Terminó de bañarse y se reunió con el resto de los integrantes, quienes lo invitaron a participar en una actividad varios días después. Así se hizo profesional y cobró un dólar por interpretar las melodías varias veces. Luego le aumentaron a un peso y medio para cantar los sábados en el Borinquen Social Club de Nueva York. Pasó un tiempo alternando con el Trío Lírico y el Conjunto Yumurí, hasta 1938, cuando tuvo un encuentro histórico con el insigne compositor Don Pedro Flores.

Ese año estaba trabajando en un pequeño cabaret llamado Los Chilenos, donde cantaba los fines de semana, sábados y domingo, por diez dólares y todo el vino que pudiera tomarse. Luego comenzó a cantar en el Cuban Casino, un cabaret latino ubicado en la 46 y Octava Avenida. Allí tocaba la orquesta del Maestro Augusto Cohen, y alternaba el conjunto de un gago apodado Escalera, una artista española de nombre Consuelo Moreno, y una pareja de bailarines mexicanos. Daniel Santos cantaba con las dos orquestas, fungía de maestro de ceremonias, hacía el espectáculo, y cuando faltaba algún mozo, también lo sustituía. Todas esas labores las realizaba por $17.00 semanales.

Una noche llegó al cabaret el maestro don Pedro Flores y lo escuchó interpretar varias melodías, entre ellas su bolero «Amor perdido». Al concluir, el compositor lo invitó a la mesa que compartía con otras personas y le indicó que le había gustado mucho la forma de interpretar. Entonces le pidió que fuera a Manhattan y ensayara con su grupo el Cuarteto Flores. Tras muchos regaños, finalmente logró acoplarse al grupo y empezó a hacer dúo con Chencho Moraza.

Con el Cuarteto de Pedro Flores grabó muchas de las canciones que lo harían famoso, entre ellas, «Tú serás mía», «Irresistible», «Esperanza inútil», «Perdón», «Mayoral», «Venganza», «Amor», «Olga», «Yo no sé nada», «Hay que saber perder», «La número 100», «Bella mujer», «Margie», «Prisionero del mar», «El último adiós», Borracho no vale», «Bella mujer», «Guaracha amorosa», y muchas otras. En 1941, cuando se hicieron famosas las despedidas tras estallar la Segunda Guerra Mundial, Daniel grabó el disco más popular de Don Pedro Flores, «Despedida». Más tarde habría de grabar una canción que se escucharía en todas las velloneras del continente americano: «Linda». Al año siguiente sustituyó a Miguelito Valdés en la orquesta de Xavier Cugat y poco después debió abandonar el Hotel Waldorf Astoria para cumplir el servicio militar obligatorio con el ejército norteamericano.

Para esa época comienza a cobrar conciencia nacionalista y se identifica con el pensamiento del Maestro Don Pedro Albizu Campos, ideales que le trajeron problemas con el FBI y el Departamento de Estado norteamericano cada vez que viajaba. Más tarde, recordando las atrocidades de la guerra, grabó varios discos con canciones de protesta contra ese mismo ejército que utiliza las playas de su patria para ejercicios militares. Uno de ellos lo grabó con su amigo Pedro Ortiz Dávila «Davilita» titulado «Los patriotas», y otro inspirado en el libro del Poeta Nacional de Puerto Rico, Don Juan Antonio Corretjer «La lucha por la independencia de Puerto Rico».

Esa vida de Inquieto Anacobero que lo llevó a la cárcel en distintas ocasiones comenzó en Cuba a finales del1946, cuando Bobby Capó le presentó al Guajiro Amado Trinidad y éste lo contrató para trabajar durante ocho días en el programa «Bodas de Plata Portagás» en la RHC Cadena Azul de Radio, donde se presentaban los mejores artistas de la época. Allí siempre iniciaba su programa con la canción «Anacobero» del pianista puertorriqueño Andrés Tallada. El locutor Luis Villarder siempre lo presentaba: «Con ustedes Daniel Santos y el tema ‘Anacobero». Un día Daniel sorprendió a la audiencia en el estudio al vestirse con traje de chuchero, de los que usaba Tin Tan, y entró al estudio bailando.

Cuando el locutor lo fue a anunciar se equivocó y dijo: «Con ustedes el Anacobero Daniel Santos». A partir de ese día se convirtió en «El Anacobero», que en lengua ñáñigo quiere decir diablillo. Lo de ‘Inquieto’ vino después a causa de la intensa vida de bohemio impenitente que habría de llevarlo a varias cárceles.

Estuvo viajando entre Cuba y Nueva York durante unos 15 años, hasta que escuchó decir que Fidel estaba recogiendo los niños para adiestrarlos en la milicia, y se marchó de Cuba sin boleto de regreso. Durante esos años le ocurrieron cosas que inspiraron muchas de sus 400 composiciones, entre ellas, «El columpio de la vida», «Patricia», «Amnistía», «El preso», «El que canta» y «Bello mar». Fue además el autor de la canción «Sierra Maestra», himno del Movimiento 26 de Julio, con la cual Fidel Castro iniciaba la transmisión de Radio Rebelde desde la Sierra Maestra.

Daniel empezó con la Sonora Matancera cuando Manolo Fernández lo contrató para trabajar en Radio Progreso, poco después de una crisis económica que lo hizo buscar refugio en las playas de Santa Fe. Antes había actuado en la Cadena Radial Suaritos, donde ganaba mil dólares al mes y alternaba con Toña la Negra y otros artistas de fama internacional. Luego de una corta temporada fue contratado para cantar en Radio Progreso acompañado de la Sonora Matancera, un binomio que habría de beneficiarlos mutuamente.

Al principio cada músico ganaba diez centavos y durante los primeros seis meses Daniel tuvo que pagarles de su propio sueldo. Ya después consiguió que le pagaran $25.00 a cada uno por grabar en los programas auspiciados por la Cerveza Hatuey. Pronto llegaron al tope de la fama internacional y empezaron a ganar grandes sumas de dinero. Con ellos interpretó los grandes éxitos de Pablo Cairo, Isolina Carrillo, Jesús Guerra y otros destacados compositores de la época.

Además de distinguirse como cantante y compositor, Daniel Santos se dio a conocer por la vida desordenada que siempre vivió, entre licores, mujeres y reyertas callejeras que lo hicieron cumplir tiempo en distintas cárceles de Latinoamérica, entre ellas en Cuba, Ecuador y República Dominicana. Sin embargo, muchos países del continente americano se lo disputaban, al extremo de llegar a confundir su verdadera nacionalidad.

Durante sus últimos años siguió presentándose en giras y conciertos en los Estados Unidos y Latinoamérica, donde llenaba los más prestigiosos salones para ver a su ídolo, la leyenda del bolero y la guaracha, y escuchar sus innumerables anécdotas y aventuras.

Su figura inspiró a varios escritores, entre ellos al colombiano Gabriel García Márquez, quien lo menciona en su obra «Relato de un náufrago» y en varios artículos y reportajes periodísticos. Su vida y época musical son el tema de la novela «Vengo a decirle adiós a los muchachos», del escritor puertorriqueño Josean Ramos; así como motivo del libro «La importancia de llamarse Daniel Santos», de Luis Rafael Sánchez, y «El Inquieto Anacobero», del Salvador Garmendia.

Daniel Santos tuvo doce hijos y vivió sus últimos años en Ocala, Florida, junto a su duodécima esposa, Ana Rivera, donde murió el 27 de noviembre de 1992, víctima de un ataque cardíaco. Sus restos reposan en el Cementerio Santa María Magdalena de Pazzis del Viejo San Juan, cerca del Maestro Don Pedro Albizu Campos y el compositor Don Pedro Flores.