Por:
Hijo de Cali, diseñador de profesión, melómano y productor de seis álbumes de música colombiana.
El 16 de mayo de 2009 (Solo un año después de ser fundada) Clandestina Orquesta hacía su debut en Baco, un sitio que parecía sacado de la Cali de los 60’s, el mismo que cede su historia y su espacio a la ampliación de la Topa Tolondra.
Ese viernes ‘Dante’, ‘Buena Onda’, ‘Ebrio’, ‘Tyso’” y el resto de la banda se tomaron el sitio para decirnos que una nueva generación de músicos y otro tipo de propuesta salsera, se tomaba la ciudad. Un poco más atrás conocí a David Gallego un muchacho que llegaba a la sala de internet que por esa época tenía en el barrio Guayaquil, para hablar de música, me habló de su proyecto y empecé a hacerle seguimiento, conocí su casa, la misma que Esperanza, su madre, le dejaba usar como ensayadero, o eso pensaba yo hasta que cualquier domingo me llegó la dirección para verlos ensayar, un taller de metalistería que era fácil de identificar por quedar al lado de un famoso motel que tiene a Condorito (el famoso personaje de caricaturas) en la fachada fue su centro de actividades.
Lo que escuché esa tarde de domingo quedó en mi cabeza (y en mi corazón) para siempre, me sentí como debieron sentirse todos los espectadores que lograron estar en los inicios de la salsa dura de N.Y. cuando más que técnica, había ganas y no solo de tocar, sino de experimentar, de hacer, de gozar!
Esa tarde comprendí que nos acercábamos a una nueva era de la salsa en Cali, acaso (pensaba yo) estábamos ad portas de vivir una nueva oleada de esa sabrosura de la salsa caleña que vivimos a mediados de los 80’s y 90’s?
Para mí no era ilógico pensarlo, otras propuestas intentaban abrirse paso en el ambiente musical del momento, en el norte de la ciudad Juan Pablo Vera y su ‘Coimbre’ hacían lo suyo, donde un joven Froyber Maya tocaba con ellos, el mismo que después se pusiera al frente de Calibre Orquesta´, pero también conocimos a Sounare Orquesta de Oscar del Castillo y su cantante, Harold Aguirre, gran cantante y mejor compositor, quien también militó en Clandeskina y que ahora lo hace con Sonido 70 orquesta del Eje Cafetero y con ellos las chicas de Pura Calle (el primer proyecto de Oscar Iván Lozano – Oílo – como productor musical), un formato de solo mujeres, el mismo que nos reconoció a nivel mundial como la tierra donde más orquestas femeninas de salsa había.
No solo estos ejemplos, sino muchos más intentaban abrirse paso en una escena musical nocturna que no existía hasta que llegó Calicoquí de Juan Carlos Góngora y con ellos, el Tsunami de Orquestas Caleñas y Asonovas (Asociación de Nuevas Orquestas)… pero eso, eso es otra historia.
Qué era entonces lo que le faltaba a todas y cada una de estas propuestas para que se entendiera que en este mundo globalizado, ¿se gestaba un caldo de cultivo de buena salsa por cuenta de un buen puñado de músicos caleños?, sin duda alguna un hit musical, el mismo que todo artista de cualquier parte del mundo, persigue y ese llegó para Clandestina, bueno al menos como los conocíamos, pues para ese momento, pasaban por una separación que fraccionaba la agrupación con dos propuestas, la del trompeta Freddy Miranda y su ‘Palo Yuba’ y ‘Clandeskina’ la prolongación del proyecto que David Gallego, a quien antes conocíamos como ‘Dante’ y ahora como Mamut (Gracias a Dj El Chino) con un éxito que llegaría a convertirse en el segundo himno de la ciudad después del Cali Pachanguero de Niche: Sonando el Tambor.
Escucho el cielo sonando
Parece que va a llover
Tronando, lluvia a lo lejos
Un tambor duro y sin fe.
Esta apoteósica canción que aún causa delirium tremens es una composición del propio Mamut que se la entrega a José Roberto, un muchacho que venía de las toldas del rock para que le impregnara ese no sé qué, que al bailador pone eufórico y al escucha y ‘gocetas’ de ocasión lo pone a cantar a grito herido ‘Y siento el viento cantar y siento que el agua caerá, en mi alma sola y tranquila, cuando pienso en tu partida’.
A partir de ese momento Cali (y Colombia y tal vez el mundo entero) bailó al ritmo de Sonando el Tambor, las emisoras contactaban a David para conocer de la orquesta y en algunos casos para decirle que “No sabíamos que eran de aquí, pero si quieren seguir en la programación, deben aportar $$$$$ para seguir sonando”.
Vinieron entonces otras propuestas, incluso festivales de nuevas orquestas (Idea de Gary Domínguez, como cosa rara), para impulsar más proyectos, pero en una industria que cambió el modo de disfrutar, comercializar y consumir la música y con un público que se doblega más fácilmente frente al artista extranjero, la novedad” y supuesto boom de este nuevo aire de salsa caleña pronto pasó a ser paisaje en nuestra ciudad.
Hoy la salsa caleña es una realidad, que existe gracias a la terquedad, amor por la música y la esperanza del músico que algún día pegue un disco tan exitoso que en cualquier parte del planeta la gente coree su canción como lo hace con Niche cuando entonan a todo pulmón “Si por la quinta vas pasando es mi Cali bella que vas atravesando” o como en el caso de Clandeskina, todos a una sola voz pregonen “Vamos Cali, bailaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa”.