Durante las décadas de los años treinta, cuarenta y cincuenta, la música afroantillana fue consumida ampliamente por los sectores de origen latino en la ciudad de Nueva York. Los cubanos en la Gran Manzana, los puertorriqueños y músicos de otras nacionalidades fundamentaron su música en gran medida a partir de los elementos de origen afrocubano.
Antes del surgimiento del movimiento salsero a finales de los años sesenta, la música caribeña se reconocía por su diversidad. Bomba, plena, son, mambo, cha cha chá, guaguancó, guaracha conservaban sus rasgos sonoros y tenían una identidad bastante definida. De la misma manera, la industria discográfica respetaba la distinción entre esos ritmos y mantenía las denominaciones de cada sonoridad en los créditos de las producciones discográficas, sin alterar sus fórmulas.
La evolución de la música popular caribeña en la ciudad de Nueva York, que la llevó a convertirse en lo que hoy llamamos salsa —etiqueta que agruparía todos esos ritmos, para facilitar su comercialización— tuvo su epicentro en el famoso salón de baile Palladium. Fundado en 1946, alcanzó el nivel de leyenda en la década de los cincuenta. En la época de las grandes orquestas, como las de Tito Puente, Tito Rodríguez y Machito.
Mientras tanto, en Puerto Rico un jovencito irreverente de nombre Ismael Rivera ya anunciaba que conmocionaría el ambiente de los bailes con los ritmos folclóricos de la isla: la bomba y la plena.
La bomba surgió como una sonoridad ligada a la historia de la trata esclavista. Fue introducida en Puerto Rico por los esclavizados procedentes del África Occidental. Se consolidó en los ingenios azucareros como respuesta popular a la música y danza de la aristocracia. A través de la bomba se comunicaba la alegría y el sufrimiento.
Por su parte, la plena afloró como una manifestación musical muy narrativa que pudo detallar los dolores y las ironías del pueblo. Algo así como un “periódico cantado” con temáticas humorísticas y burlonas en la clásica fórmula caribeña solista-coro, que interactúan haciendo un llamado con su correspondiente respuesta.
El compositor puertorriqueño Augusto Cohen afirma que la plena nació en un lugar denominado La Joya del Castillo, en la ciudad de Ponce, ubicada al sur de Puerto Rico. Para algunos historiadores la plena no es un baile ni blanco ni negro, es más bien una danza amulatada por las fuerzas raciales predominantes en el ambiente puertorriqueño. Con el tiempo, la plena se convirtió en la música del trabajador citadino y en la vocera de la resistencia social de la clase obrera.
La bomba y la plena puertorriqueñas terminaron siendo los dos pilares sobre los cuales Ismael Rivera lograría establecer nuevas tendencias en la música, imponiéndose como cantante y consiguiendo desplazar a los conjuntos de salón que, por ese entonces, perdían favoritismo en la isla del encanto.
Primeros años
Ismael Rivera nació en el popular barrio capitalino de Santurce, el 5 de octubre de 1931, fruto del matrimonio de Margarita Rivera y Luis Rivera Esquilín.
En la calle de la calma
estaban bailando plena,
bailando la rica plena,
la rica plena de Elena.
Elena toma bombón,
toma bombón Elena.
Ismael soñó desde niño con la idea de ser cantante. Aunque sus primeros oficios —en medio de una muy apretada situación económica— fueron lustrabotas y, siendo adulto, albañil.
Vengo de un pueblo que se llama Santurce, del área metropolitana de Puerto Rico, la costa norte; yo soy de la Calle Calma, y en la Calle Calma el reloj, cuando yo me levantaba era una cosa que hacía: pum qui pum… pum qui pum… y ese reloj como que se metió en la sangre.
Ismael Rivera asistía a la escuela alternando sus estudios con la organización de su primer grupito en el que los instrumentos eran perolas, latas, tapas y tenedores. Todos eran tomados sin el permiso de su madre. Doña Margarita Rivera lo recordaba así:
Él empezó a cantar con un muchacho que se llamaba Kako. Ismael cobraba dos dólares con cincuenta centavos por cantar, porque le gustaba. Empezó con Kako. En la escuela, él era el que hacía las fiestas con las latas, que las abollaba y les sacaba el golpe bien chévere.
Me decía que le gustaba la música y que a eso era a lo que se iba a dedicar en la vida5.
En 1948 Ismael Rivera se integró como bongosero al Conjunto Monterrey de Monchito Muley. A pesar de no haber sido un estudioso de la música en términos académicos, debutó como cantante en 1954 junto a la Orquesta Panamericana de Lito Peña6, agrupación con la que grabó su primer disco de 45 rpm, y que incluyó los temas: El charlatán y Beautiful girl. En este último cantó en inglés, lo que resulta una ironía, si se tiene en cuenta que “Maelo” había sido devuelto de las filas del Ejército de los Estados Unidos dos años antes por no dominar el idioma.
En 1954 Ismael Rivera se unió al Combo de su compadre Rafael Cortijo, posicionándose como una de las voces de mayor importancia en la música del Caribe. La relación entre Ismael Rivera y Rafael Cortijo comenzó cuando ambos eran adolescentes. Se conocieron mientras estudiaban en la escuela superior Rafael M. Labra en Santurce.
Rafael tenía quince y yo catorce. Cuando eso fue que comenzamos a rumbear juntos… Él fue el que empezó a crearme conciencia, me decía que yo era un cantante especial y yo pensaba que el hombre me estaba dando mucha coba… Y entonces me iba a buscar a la obra, porque ya yo me había hecho albañil… Y entonces Rafael me iba a esperar con los barriles, los tambores […].
En esos años cincuenta tuvo lugar un crecimiento en la industria del disco, y pronto la voz de Ismael Rivera saltó del barrio a la radio (Cortijo y Rivera participaron diariamente en el programa El show del medio día de Puerto Rico durante cinco años consecutivos) y luego llegaron a la recién inaugurada televisión. Tenían todo a su favor, realmente lograron conmocionar el ambiente.
Así llegaron canciones que se consolidaron rápidamente como éxitos: Saoco (Pellín Rodríguez), Oriza (Silvestre Méndez), Déjalo que suba (Encarnación García), El chivo de la campana (Rafael Cortijo), Quítate de la vía Perico (Juan Hernández) y Perfume de rosas (Rafael Ortiz). También dos composiciones escritas por la madre de Ismael Rivera, doña Margarita, tituladas Las ingratitudes y Maquino Landera. La de mayor arraigo en aquel tiempo fue El negro bembón, inspiración de Bobby Capó hecha a la medida del “Sonero Mayor”.
Mataron al negro bembón
mataron al negro bembón
hoy se llora noche y día
porque al negrito bembón
todo el mundo lo quería
porque el negrito bembón
todo el mundo lo quería
Y llegó la policía
y arrestaron al matón
y uno de los policías
que también era bembón
le tocó la mala suerte
de hacer la investigación
le tocó la mala suerte
de hacer la investigación
¿Y saben la pregunta
que le hizo al matón?
¿por qué lo mató?
diga usted la razón
Y saben la respuesta
que le dio el matón:
yo lo maté
por ser tan bembón.
El guardia escondió
la bemba y le dijo:
esa no es razón.
De acuerdo con Bárbara Idalissee Abadía en su ensayo “(Re)pensando la negritud en la música popular puertorriqueña”: “[…] un cantautor negro (Capó) y un cantante negro (Rivera), vocalista de una agrupación totalmente negra (Combo de Cortijo), relatan en tono jocoso la muerte del ‘negro bembón’” (2009). Según la autora:
[…] hay una legitimación del discurso de la “bemba”, que podría interpretarse como una auto-perpetuación del racismo. Aunque se trate del caso de un “negrito bembón” específico, el texto abre a todos los “negritos bembones”. De ahí que, a pesar de lo festivo de la canción, se advierta un tono de pesimismo.
Sin embargo, resulta evidente que se trata de una narrativa que denuncia los estragos del racismo y la inconformidad de quienes lo han padecido. Es una crítica a la exclusión social hecha desde la cultura popular. Así, Ismael Rivera se iba convirtiendo, cada vez más, en la voz de la comunidad negra y pobre, el cantante de las víctimas del racismo. El propio “Maelo” lo reconoció en su momento: “Ese era el tiempo de la revolución de los negros en Puerto Rico […] Roberto Clemente, Peruchin Cepeda, Romaní, entraron los negros a la Universidad… Paff… y salió Cortijo y su Combo acompañando esa hambre, ese movimiento […]”.
El movimiento al que se refiere el cantante tuvo su origen en un Santurce cultural que iba en desarrollo y que estaba a la par con el dinamismo obrero, específicamente en el distrito capitalino de Puerta de Tierra, donde se concentraban los muelles y las fábricas de tabaco. En este contexto, Ismael Rivera pasó a la historia como el primer cantante negro de música popular en aparecer en la televisión puertorriqueña y, además, haciendo parte de una producción cinematográfica nacional. Se trata de la cinta Maruja de 1959, seguida por el filme italo-francés Calypso y la cinta italiana Mujeres en la noche. Por eso, “Maelo” representó para Puerto Rico —junto con los peloteros Roberto Clemente, Orlando “Peruchín” Cepeda, y los jinetes Júnior Cordero y Eduardo Belmonte— el comienzo del triunfo de los hambrientos, de los segregados en lo social, racial y cultural. Esos acontecimientos provocaron un mensaje de contestación contundente con el que se identificó la población negra de muchas latitudes. Lo cierto es que quienes se sintieron recogidos con esta música fueron las gentes que han soportado históricamente la marginalidad y la exclusión, características estructurales que configuran a América Latina y el Caribe.
Al moverse en ese ambiente, Cortijo e Ismael Rivera causaron una gran revolución que dispersó las fronteras sociales de la exclusión cultural. No sólo con la bomba y la plena (ritmos del folclor puertorriqueño), que llevaron a los mejores escenarios: el teatro, los hoteles más reconocidos, los clubes, la radio, la televisión e incluso el cine —como ya mencioné—, sino que abrieron un camino inédito y fueron conquistando con su original sonido a toda América.
Sin embargo, en 1962, al regreso de una gira por Venezuela con escala en Panamá (lugar donde posiblemente adquirieron los alucinógenos), fueron detenidos por la aduana en el aeropuerto de San Juan, por violar la ley de sustancias controladas. Después de ocho años continuos de formidable ascenso con el Combo, Ismael Rivera y Rafael Cortijo fueron capturados y sentenciados a cinco años de prisión y paseados por varias cárceles y centros de rehabilitación.
Este inesperado hecho originó una iniciativa musical por parte del pianista Rafael Ithier —y otros integrantes de la agrupación de Rafael Cortijo—, que se materializó en la fundación de una agrupación reconocida mundialmente como “La Universidad de la Salsa”: El Gran Combo de Puerto Rico.
Pero esa es otra historia.
FUENTE: LOS MEJORES SALDEROS DEL MUNDO
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